jueves, 16 de abril de 2015

QUÉDATE AQUÍ, NO PARTAS EN LA NOCHE

Quédate aquí, no partas en la noche.
La ciudad de David ya está a oscuras
 y en el valle maldito de la Gehenna,
se despiertan abismos, espíritus de muertos.
Sé una de las jóvenes que tornan,
ascendiendo en fila por la escala de piedra,
con aceite en su lámpara,
 con su lámpara ardiendo brotando de lo oscuro.
Allá abajo la noche
 ya rueda por los montes morados,
pero en esta ciudad tiene que haber
 una morada en paz y que dé paz.
Verás que en esa casa hasta lo que es más duro
 (las piedras), llegará a dormirse dulcemente
 encima de tus ojos.
Quédate aquí, no partas en la noche,
pues hay en la ciudad sagrada una morada 
en la que, siendo noche, luce el día
 la hora en que tiemblan en círculo sereno
 las llamas de las lámparas,
los ángeles de fuego.
Habrá llegado al fin ese momento
 de que sea el silencio y no la sangre
lo que discurra por las venas ciegas,
lo que aún hará más dulce
el canto o el concierto de los cuerpos.
Quédate aquí, no partas en la noche
porque detrás de estos sombríos muros
tiene que haber una morada tierna
donde, callando en la quietud suave,
se nos entregue todo
en el momento de cerrar los párpados,
en el instante de apagar las lámparas.
Dentro de esa morada puede haber
 una estancia que quedará en penumbra
y que, aun siendo de piedra, se pondrá a girar
como música en torno de los cuerpos
ebrios de plenitud.
Quédate aquí, no partas en la noche,
no te pierdas deprisa por senderos rocosos,
pues si sigues bajando llegarás
 al campo de la sangre del ahorcado.
Todo lo que buscaste inútilmente
 a lo largo del día por este laberinto
 de signos y de símbolos de la ciudad antigua,
lo encontrarás seguro si te quedas
a oír en el silencio una música
que no se oye, la marea silente
que se lleva a los cuerpos,
 que los va extraviando en su ebriedad,
y luego los retorna a su centro.
Escúchame: espera que te diga las palabras
que mereces, sin que abra la boca,
sin que mueva los labios.
Será esa morada que te espera
la que desvelará el último misterio
que de tan lejos viniste a buscar.
Deja que vuelvan a su mudo origen
los sentidos, los gestos que no salvan de la herida
de vivir en los límites, de un vivir sin vivir.
Que retorne a sí mismo el corazón
para acallarse y para acallarnos.
No bajes hacia el valle de los muertos
que dicen estar vivos: allí está –en el lugar
de los estercoleros– la traición,
el territorio del poder malsano
de las tinieblas.
Quédate aquí, no partas en la noche:
se encenderán las lámparas, lucernas
del olvido, y se irán deshaciendo las penumbras
 del vano pensamiento.
No busques en la noche lo que tienes
en tu interior, posado en la palma
 tendida y abierta de tu mano,
con la que ya me estás diciendo adiós.
Quédate aquí, no partas en la noche: oirás
cómo dentro de ti y de la piedra
brama la luz.                            (De Desiertos de la luz)



He elegido este poema porque el título ya era intrigante y me parecía que podía ser interesante. El tema principal es que el autor intenta convencer a una joven que representa libertad y ganas de vivir y explorar un nuevo mundo; el joven teme lo que la chica se pueda encontrar ahí fuera y la intenta convencer diciéndola que fuera solo hay cosas malas y que le van a hacer daño. He elegido esta imagen porque me parece que simboliza bien lo que quiere expresar el poema, el miedo a perder a una persona y que a ella le vaya mal o sufra.

Alumna: Andrea G.M.

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